Antes de aterrizar leí un poco sobre Kazán en un artículo que encontré en la revista que me dieron en el avión y entendí que estaba llegando a uno de los lugares más estratégicos en muchas de las guerras de dominación que hubo en Asia y Europa. En estas tierras estuvo Genghis Khan y sus hordas, al igual que se libraron batallas entre rusos, turcos y cristianos por dominar un territorio que está en el centro de Europa oriental y al pie del río Volga.
Es por esto que el idioma que hablaba la mayoría de la gente en el avión y en el aeropuerto era diferente al ruso al que ya me había acostumbrado. Efectivamente, lo que escuchaba era tártaro y era mas parecido al árabe o al mongol que al mismo ruso. Después entendí que esto se debe a que Kazán es aún habitada en su mayoría por tártaros, directos descendientes del pueblo mongol y con un fuerte legado dejado por los turcos durante sus invasiones.
Además del idioma, tal vez el principal y más notorio legado de los turcos es la religión. Lo primero que uno nota cuando llega a Kazán es que está en un ambiente totalmente diferente al de Moscú o San Petersburgo. Aquí las iglesias Ortodoxas son opacadas por las mezquitas donde el almuédano llama a la oración cinco veces durante el día. A pesar de que el Islam es la religión mayoritaria, el ambiente de convivencia que se respira en la ciudad entre las diferentes culturas y religiones es llamativo. Una muestra de esto es lo que encontré detrás de las gruesas paredes del Kremlin, sede de gobierno de la República de Tartaristán, y epicentro de toda la vida de la ciudad. Aquí visité una gran catedral ortodoxa enfrentada con la gran mezquita Kul Sharif y varias otras pequeñas iglesias de una y otra religión. Esta convivencia de religiones y culturas hace de Kazán una ciudad interesante para cualquier turista que quiera evidenciar cómo varias corrientes culturales puedan coexistir bajo una misma ciudad pacíficamente.
Adicional a la religión, la comida vale la pena probarla. Dentro de los platos típicos encontré el famoso Borsch, una sopa de remolacha típica de buena parte del sudoeste ruso, que definitivamente se la recomiendo a cualquier turista. Tmabién, prueben alguna de las carnes frías en las que esta región se especializa, en especial el “kazilik” y el “argamak” que son salchichas y jamón de carne de caballo. Aún cuando pueda sonar raro para los colombianos, estas carnes son realmente sabrosas y no hacen honor a la mala fama que tienen en nuestro país. Un buen lugar para almorzar o cenar estos platos típicos es la “Casa del Tártaro” en la avenida Bauman o en la casa del té Dom Chaya.
Después de estar algunas horas en Kazán y recorrer sus principales puntos turísticos me convencí de que Kazán y todo el país tártaro vale la pena visitar. La gente es amable, la ciudad es impactante y diferente a cualquier otra ciudad rusa, y se encuentra excelente comida a muy buen precio. Sin duda, los colombianos que visiten Kazán siguiendo a la selección Colombia en el mundial van a tener mucho que conocer de la cultura tártara.