Hace muy poco tiempo me llamó mi hermano y me hizo una invitación que no pude rechazar: viajar el siguiente fin de semana a Perú para hacer una caminata de 4 días hasta llegar a Machu Picchu, desde Cuzco y pasando por el nevado de Salkantay. Sin dudarlo acepté la invitación y empecé a hacer los planes para el viaje.
Lo primero que se debe tener en cuenta cuando se viaja a un destino de aventura es revisar las condiciones de los lugares que se van a visitar y alistar la ropa y accesorios de acuerdo con el clima, altura, distancia de las caminatas, estado del terreno, etc.
Una vez revisé estos puntos, empaqué una maleta de 35 Litros de capacidad, con apenas lo mínimo necesario para hacer caminatas largas todos los días, con climas por debajo de los 5 grados centígrados al inicio y un clima húmedo con temperaturas por encima de 30 grados al finalizar.
Para esto llevé algo de ropa térmica para las noches, varias camisetas de rápido secado, un pantalón ligero con la opción de convertirse en pantaloneta y unas muy buenas botas para caminar en terrenos destapados.
Una semana después de la llamada llegué a Cuzco, me encontré con mi hermano e inmediatamente salimos en una pequeña van hacia el punto de inicio del camino. A una hora y media de Cuzco llegamos a la base del Nevado de Salkantay y empezamos nuestra caminata con dos guías locales y un par de turistas más.
La caminata de este primer día consistía en subir por la ladera de la montaña hasta llegar a un paso que se encuentra a 4.600 Metros sobre el nivel del mar, desde donde podríamos ver el pico del nevado de la montaña y desde donde descenderíamos un par de kilómetros hasta nuestro primer campamento.
La travesía duró 8 horas y fue recompensada por la sensación de éxito que se siente al llegar al punto más alto del camino. Al llegar a los 4.600 msnm se siente poco aire en los pulmones, pero la emoción se vive al máximo al ver el imponente nevado en frente, sentir el viento frío y tener en frente un valle inmenso donde al fondo se encuentra Machu Picchu. Después de un corto descanso seguimos nuestra caminata hasta llegar justo antes del anochecer al campamento exclusivo para nosotros. Esa noche dormimos bajo las estrellas, con una comida típica de la región andina peruana y con un té mate.
A la mañana siguiente empezamos nuestro recorrido antes de las 6 de la mañana. Toda la mañana descendimos por la ladera de la montaña, encontrándonos con algunos pueblos típicos peruanos, muchos ríos que bajan de las cimas nevadas de las montañas y una vegetación cada vez más tropical.
El camino de este día fue de 20 kilómetros y finalizó en un campamento general donde varios caminos se cruzan y una multitud de turistas que viajan a conocer Machu Picchu se encuentran. Esa noche dormimos con la ilusión de llegar el siguiente día a Aguas Calientes, el pueblo ubicado en la base de Machu Picchu.
El tercer día fue algo más corto que el anterior pero el cansancio se notaba cada vez más y el calor al caminar no era tan cómodo. Al caer la tarde enfrentamos el tramo final del trek, caminando al pie de una antigua carrilera que bordea un río que lleva hasta Aguas Calientes. Llegamos en la tarde al destino, con tiempo suficiente para recorrer las pequeñas calles del pueblo y conocer algunos de los muy buenos restaurantes. Esa noche nos fuimos a dormir temprano preparándonos para despertarnos a las 4 am del día siguiente para subir a pie hasta Machu Picchu y ver el amanecer.
Todavía oscuro caminamos hacia la puerta de entrada del parque arqueológico e hicimos fila con muchas personas más. Después de esperar un rato abrieron las puertas del parque y todos los que estábamos allí empezamos a caminar rápido escalando la montaña sobre la que se encuentra Machu Picchu.
Después de 45 minutos finalmente llegamos a la cima y nos ubicamos en un buen punto de la antigua ciudad preparándonos para ver la salida del sol sobre las montañas que rodean a las ruinas Incas. Este es sin duda uno de los momentos más especiales que he vivido. Ver como el sol lentamente sale e ilumina lentamente las piedras de Machu Picchu y las pinta de color naranja. La sensación de paz y de grandeza de esta antigua ciudad se siente muy fuerte y deja a todos los turistas en silencio por varios minutos.
Después de esto, empezamos a caminar y reconocer todas las construcciones que conforman Machu Picchu y a entender su tradición y misticismo. Después de caminar por cada rincón descendimos de la montaña en busca de nuestro hotel y con la sensación de haber conocido una de las ruinas arqueológicas más significativas América.
Al día siguiente empacamos todo de nuevo y nos dirigimos al aeropuerto para volver a Bogotá.